La Magnífica, reflexión.
Reflexión sobre La Magnífica
El gran cántico dedicado a la Virgen María, La Magnífica (Magnificat como se le conoce en su versión en latín) el cual nos narra brevemente el pasaje de la Visitación de María embarazada de nuestro Salvador Jesús, a su pariente Isabel, quien a la vez se encontraba embarazada de San Juan Bautista, es un pasaje único y una oración poderosa y liberadora, que da plena fe de la gracia de Dios sobre nuestra humilde Madre.
El espejo del alma de María
Lo primero que María nos enseña es algo tan sencillo como dejarnos mirar por Dios. Al encontrarse con las milagrosas palabras de La Magnífica, este hermoso cántico nos invita a sentirnos acogidos y envueltos en la ternura de Dios Padre, en su perdón y su amor incondicional.
Es el prólogo de las Bienaventuranzas proclamadas por Jesús. María en toda su humildad, nos enseña la felicidad anunciada en el Evangelio. No nos habla de bienes materiales, ni de los goces pasajeros que sólo crean una falsa felicidad en la humanidad. María agradece a Dios, pues ella que es simple y humilde y ha vivido su santa vida en obediencia a él, ha sido vista por Nuestro Señor con ojos llenos de gracia, y le ha concedido a nuestra Santa Madre el honor y la gloria de llevar en su vientre al hijo de Dios.
La Magnífica, cántico de la serenidad
Mediante la oración de La Magnífica, apreciamos la paz y serenidad de quien es acogida y bendecida por el puro amor de un Dios que colma todos sus deseos. Vemos en María el resultado de quien permite que Dios intervenga en su propia vida y le cede el protagonismo de su propia existencia.